12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón llega (sin saberlo) al
continente que hoy conocemos como América, marcando el nacimiento de uno de los
imperios más bastos que la Humanidad ha visto, el Imperio Español, que en su momento
de mayor expansión en América (era el primer Imperio presente en todo el mundo)
abarcaba desde California y la Luisiana incluyendo Florida hasta el extremo más
meridional del continente americano (Argentina y Chile). Así pues, se inicia un
periodo de la historia en que la Monarquía Hispánica, con Castilla a la cabeza,
y posteriormente en el 1715 el Reino de España, regiría durante más de 300 años
los asuntos del mundo como potencia hegemónica hasta el proceso de
Independencia de América Latina en las primeras dos décadas del siglo XIX y la
definitiva expulsión de España del continente tras la Guerra
hispano-estadounidense de 1898.

Así murió definitivamente España como potencia mundial, pero ¿cuál fue su legado? ¿fue un genocidio y saqueo masivo o fue la creación de una nueva civilización en el continente americano? Esta cuestión divide todavía políticos e historiadores de ambos lados del océano atlántico entre indigenistas (defensores de la tesis del genocidio y el expolio) e hispanistas (defensores de la civilización hispánica). Si bien, ambas posturas tienen razón en muchos aspectos, ambas están increíblemente manipuladas, bien primero por los movimientos revolucionarios latinoamericanos (tanto liberales como marxistas) y la historiografía anglosajona (Gran Bretaña, Estados Unidos…) y segundo por sectores más reducidos al ámbito académico y a ciertos sectores de la derecha en España y Latinoamérica.
Mi intención con este artículo es intentar arrojar un poco de
luz sobre este asunto que a día de hoy divide al mundo hispánico a niveles que
sobrepasan la xenofobia entre los diferentes miembros de la comunidad hispánica
y poder dar así un nuevo enfoque a los queridos lectores de esta revista, a la
cuál tanta estima tengo, y además dar mi opinión sobre el día que más saca a
pasear esta penosa situación, nuestra Fiesta Nacional, el día de la Hispanidad.
Empezaré primero con la tesis indigenista convirtiendo en
pregunta a la proclama que denuncia el acto del “Descubrimiento de América”. ¿Fue
América invadida y saqueada? ¿Llevaron a cabo los conquistadores españoles un
genocidio contra los pueblos precolombinos? Definitivamente NO y a continuación
voy a explicar por qué.
El primer error de la tesis
indigenista es un error claro de base al juzgar hechos de una mentalidad
medieval con una mentalidad liberal-burguesa en los conceptos de “pueblo” y de
“nación”. Analicemos la frase de abajo a la derecha de la imagen ¿resistencia
indígena? ¿A caso Cortés y los conquistadores, que no llegaban a los 500
hombres, derrotaron solos a un imperio de millones de personas? No amigos,
fueron muchos los indígenas que se unieron a Cortés, no por miedo sino porque
lo veían como un libertador del yugo de los aztecas, que exigían a estos
importantes tributos. Si bien es cierto que hay episodios de extremada
violencia, como el gobierno de Colón y sus hermanos de la isla de la Española
(Haití) o algunos episodios de las conquistas de México y el Imperio Inca,
estos fueron denunciados por numerosos religiosos que habían viajado a las Indias
con misión evangelizadora y ya en tiempos de Isabel la Católica se decretó que
todos los indios eran vasallos de la Corona de Castilla, pues tras un
importante debate teológico se determinó que los indios tenían alma y por tanto,
que eran personas. Si bien las leyes de protección de los indios se llevaron a
cabo con bastante flexibilidad, no se puede hablar de una represión sistemática
contra los indígenas, pues seguían siendo un recurso preciado como mano de
obra, al menos hasta que la Corona de Castilla se hizo con el control total del
territorio conquistado con la instauración de los virreinatos, la creación del
Consejo de las Indias, la abolición de la encomiendas (modelo colonial que
organizaba el territorio en los primeros momentos de la conquista) y la nueva
organización colonial quedando como única autoridad las instituciones de la
Corona. ¿Hubo un genocidio de los pueblos precolombinos por parte de los
españoles? Si bien en el siglo XVI el continente americano fue el único que
sufrió una drástica pérdida de población frente al crecimiento de los demás
continentes no se puede hablar de genocidio por
varias razones. Primero, por la
modernidad del concepto de “Genocidio” que significa el asesinato planificado y
sistemático de un grupo étnico, político, religioso o racial, algo en que los
españoles no tenían ningún interés porque era una pérdida terrible de mano de
obra que en nada les favorecía. Los indígenas, al no estar preparados para las
enfermedades que los europeos trajeron consigo cayeron como moscas y los
europeos, que por esa época no tenían conocimientos tan avanzados en medicina
poco pudieron hacer ante la mortalidad que se extendía sobre los indígenas.
Llegamos al último punto de la tesis indigenista, el saqueo, y para esto hay
que dejar clara una cosa, y es que para los indígenas precolombinos el oro y la
plata no tenían ningún valor. Así es, abundaba de tal forma que solo tenía in
valor ornamental y se usaba como ofrenda a los dioses, pero no era un mecanismo
de intercambio de valor como se consideraba en Europa, solo fue más adelante
con la creación de una clase criolla y la penetración de los valores liberales
que este hecho comenzó a sentirse como una afrenta de los españoles, una
afrenta basada en una verdad a medias, y es que en los primeros momentos de la
conquista solo el 15% de los metales preciosos viajaba a España, era el Quinto
Real, la parte del botín que correspondía al rey. Más adelante con el control
de la Corona sobre el territorio la cifra y los metales fueron variando, pero
quedando siempre la mayoría de ellos en los virreinatos americanos, pues
gestionar un territorio tan basto era caro, y los españoles fundaron ciudades,
crearon infraestructuras y construyeron iglesias y universidades en toda
América Latina. Tal llegó a ser la integración de los territorios americanos
que la Constitución de la Pepa de 1812 reconoció a los españoles americanos,
los criollos, como ciudadanos de pleno derecho, todo y que en la práctica
continuaba habiendo diferencias con los españoles peninsulares que solían
ocupar los puestos más altos en la administración y el ejército. Este
reconocimiento llegó tarde, pues en la redacción de la Pepa gran parte de
América Latina estaba en pie de guerra por su independencia, con ayuda de Gran
Bretaña, como no podía ser de otra forma.
Por otro lado, la tesis hispanista defiende una postura mucho
más eurocentrista respecto a la conquista y la estructuración del Imperio
Español. Si bien esta postura está más vinculado al aspecto universitario y de investigación
también ha estado usado frecuentemente con por el nacionalismo español de
derechas en toda su frecuencia e intensidad, es decir, por grupos tanto de
derecha moderada como por la extrema derecha. Hay una diferencia entre estos
dos ámbitos que defienden la tesis hispanista. En el ámbito político se ensalza
la misión civilizadora de España en el continente americano en su progreso
hacia la modernidad, España dio su idioma, una religión y el progreso a los
nativos americanos en diferencia a los imperios coloniales de Gran Bretaña,
Francia o las Provincias Unidas (Holanda) que, enemistados con la Monarquía
Hispánica por la constante confrontación
fueron los hacedores de la mala imagen de España en el “Descubrimiento de
América” y que todavía hoy llega a nuestros días con la famosa Leyenda Negra
Española. No hay duda de la importante labor de la Monarquía Hispánica en
América ni de su fundamental labor por el desarrollo y evolución del
continente, sin embargo, esta visión, como todo en la política, es una visión
interesada y por tanto, manipulada. Es aquí donde entra la visión académica de
la conquista de América y la construcción de la Hispanidad. Lo primero de todo
es que los europeos no “llevaron la civilización” al Nuevo Mundo, ya existían
civilizaciones y culturas importantísimas en América. Sin bien en la zona norte
y caribeña las sociedades indígenas formaban una organización tribal y en
muchos casos nómada, en Centroamérica y Sudamérica los conquistadores
encontraron grandísimas civilizaciones con lengua, religión y estados
poderosísimos como el Imperio Azteca en Mesoamérica, las ciudades mayas en el
Yucatán o el Imperio Inca en la cordillera de los Andes. En sus cartas al
emperador Carlos I, Cortés describe la ciudad de Tenochtitlan, capital del
Imperio Azteca, que compite en tamaño y suntuosidad con Roma o Constantinopla,
o la increíble red de carreteras que conectaban el Imperio Inca y que Francisco
Pizarro tan bien supo aprovechar en su campaña de conquista andina. Y lo más
importante de este asunto, que es fundamental para entender el pasado de
España, y es que España, tal y como nosotros la concebimos y conocemos, no
“descubrió” ni conquistó en continente americano, fue la Corona de Castilla con
Isabel I y sus sucesores a la cabeza (Carlos I, Felipe II…). Me explico, los
Reyes Católicos, Don Fernando II de Aragón y Doña Isabel I de Castilla, no
crearon el Reino de España con su unión dinástica, fue una unión política entre
las Coronas de Castilla y Aragón, no una unión jurídica, y si bien ambas
coronas colaboraron en la política exterior mantuvieron una gran independencia
la una de la otra. La conquista americana fue una empresa puramente de la
Corona de Castilla y la Corona de Aragón quedó privada de acceder al Nuevo
Mundo, por eso en la mayor parte del Nuevo Mundo se habla castellano y no
catalán o aragonés, pues la emigración y el comercio estuvo vedado a
aragoneses, catalanes, valencianos y baleares hasta la creación del Reino de
España en 1715. El ideal liberal del Estado-Nación (Una Nación, un Estado, un
Pueblo, una Lengua) y la
tendencia de la derecha española al
unitarismo han contribuido a la distorsión de las consecuencias del reinado de
sus Católicas Majestades, que no fue la Monarquía Unitaria del Reino de España
(de los Borbones) sino la Monarquía Compuesta (diversos reinos y territorios
con mismo soberano) de la Monarquía Hispánica (Trastámara/Habsburgos).
Aclarado este punto fundamental, paso a contestar la cuestión
principal del artículo sobre la idoneidad del 12 de octubre como nuestra
principal Fiesta Nacional. Obviamente esto es completamente mi opinión personal
y no pretendo imponer mi pensamiento, sino dar que pensar y abrir debate. ¿Debe
ser 12 de octubre nuestra Fiesta Nacional? Pienso que no, creo en que sería muy
beneficioso estrechar lazos con todos los países pertenecientes a la Hispanidad
a nivel global porque es mucho lo que nos une y lo que compartimos, siempre en
una relación de respeto mutua entre iguales sin jerarquías entre los países,
sin embargo, pienso que el Día de la Hispanidad como Fiesta Nacional es un
error, pues no fue una empresa de todos los reinos españoles y por siglos se
excluyó a estos de esta titánica campaña, no por odio o recelo sino por pura
mentalidad medieval y porque la Corona de Aragón tenía puestos sus intereses en
el Mediterráneo y en los territorios italianos donde tenía constantes
enfrentamientos con Francia desde el XIII, es por este motivo que el Imperio
Español no fue reflejo de la pluralidad de España con colonos castellanos,
extremeños, andaluces, catalanes o valencianos, el Imperio Español fue un
imperio exclusivamente castellano hasta que acabó la Guerra de Sucesión
Española y la España castellana derrotó a las demás, siendo lo español lo
castellano. Más allá de las explicaciones históricas, actualmente creo que es
un problema de mentalidad de nosotros mismos, en Occidente y en otros países se
celebra la revolución o la liberación de la patria, Francia celebra la Toma de
la Bastilla (14 de julio 1789), Estados Unidos celebra su Declaración de
Independencia (4 de julio de 1776 ) y Rusia celebra su victoria final sobre la
Alemania Nazi (9 de Mayo de 1945), mientras que España celebra el inicio de la
conquista, la subyugación de los pueblos y la consolidación de un Estado
moderno de carácter autoritario que trataría de avanzar hacia el Absolutismo,
esto en el mismo momento de la conquista es algo muy beneficioso para España,
pero carece de sentido en un país del siglo XXI donde supuestamente la
Revolución Liberal que derruía las estructuras de la Europa más Absolutista
triunfó, y esto es algo que desvela
nuestra poca tradición democrática, tanto como individuos como de país. Frente
al 12 de octubre hay un hecho más relevante a lo que es, o pudo haber sido,
España. El 19 de marzo de 1812, día de San José, con casi la totalidad de
España invadida por el Imperio Napoleónico, Las Cortes de Cádiz redactan la
Constitución Liberal de 1812, conocida también como “La Pepa”. Estas Cortes
estaban formadas por los representantes de todas las Juntas de Gobierno que se
habían formado en España tras la abdicación forzosa de los reyes Carlos IV y
Fernando VII en Bayona para hacer frente a los franceses y sus miembros, tanto
partidarios del absolutismo como del liberalismo redactaron una de las
constituciones más progresistas de la Historia que serviría de ejemplo a todas
las oleadas revolucionarias que sacudirían Europa en la primera mitad del siglo
XIX transformando el continente para siempre. Pese a que esta Constitución fue
traicionada por el propio rey Fernando VII en cuanto tuvo ocasión, fue la
primera constitución que convirtió a los españoles, tanto peninsulares como
americanos, de vasallos en ciudadanos de pleno derecho e iguales ante la ley
(teóricamente) en el marco de una Monarquía Parlamentaria que nunca llegó a
materializarse por la resistencia de los Borbones a perder el poder. La
Revolución Liberal junto con su Constitución fracasó, fue la oportunidad
perdida que ha convertido a España en parte de lo que hoy es, un vano intento
de ponerse a la altura de sus vecinos europeos, pero uno de los intentos más
grandes que ha hecho este país que, aunque fallido, cambió España y Europa y
dio el golpe final Absolutismo, por eso creo que el 19 de marzo debería ser
nuestra Fiesta Nacional, enorgullecerse de la democracia y de la libertad de
los pueblos y no de lo contrario.
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